Los virus son entidades que se localizan en el umbral que separa lo vivo de lo no vivo, miden aproximadamente la mitad a una centésima parte de lo que mide la bacteria mas pequeña. No son seres celulares, no se mueven por sí mismos, ni son capaces de realizar sus actividades metabólicas de una manera independiente; no respiran, ni crecen. Todas las formas de vida celular contienen ADN y ARN; sin embargo, los virus contienen uno de los dos, poseen enzimas necesarias para sintetizar proteínas. Pueden reproducirse, las células infectadas por ellos las denominamos célula huésped.
En cierta forma los virus sólo “reviven” cuando infectan una célula, por lo que se les conoce como parásitos obligados.
Los virus suelen agruparse según los siguientes criterios:
- por su tamaño (virus y viroides)
- por su forma (helicoidales y poliédricos)
- por la presencia o ausencia de una cubierta externa
- por el tipo de ácido nucleico (ADN, adenovirus y ARN, retrovirus).
ESTRUCTURA
Un virus es una partícula diminuta formada por un núcleo de ácido nucleico, rodeado por una o dos cubiertas proteínicas a la que se denomina cápside. El término virión designa una partícula viral simple, capaz de infectar. Algunos virus poseen una cubierta externa que contiene proteínas, lípidos, carbohidratos y vestigios de metales. Hay virus de ADN y virus de ARN, pero nunca se encuentran ambos simultáneamente. Cualquiera que sea el tipo de material nucleico que posee el virus, constituye su material genético o genoma, que es el que dicta la órden para reproducirse. El genoma viral puede constar de menos de cinco genes o hasta varios cientos de ellos. Sin embargo, los virus jamás tienen docenas de miles de genes, como las células de los organismos más complejos. Sólo el virus más grande, el de la viruela, puede ser visto a través del microscopio óptico.
La forma del virus es determinada por la organización de las subunidades, llamadas capsómeras, que integran el cápside. Los virus son en general helicoidales o poliédricos, o bien presentan una combinación de ambas formas.
A diferencia de las células, los virus pueden ser cristalizados; cuando los cristales inertes se ponen de nuevo en contacto con las células huésped adecuadas, vuelven a proliferar y producen los síntomas de la enfermedad.
Ciclo de reproducción
Los virus carecen de la maquinaria que les permita reproducirse, por lo que utilizan la de su huesped y así, producen su ácido nucleico y consecuentemente las proteínas específicas. Existen varios pasos en el proceso de infección viral que son comunes a casi todos los bacteriófagos:
- Fijación a la superficie de la célula huésped. El virus se fija a sitios receptores específicos presentes en la superficie de la célula huésped. Puesto que cada especie bacteriana tiene diferentes sitios receptores, cada virus se fija de manera exclusiva a una sola especie.
- Penetración. Después de que el virus se ha fijado a la superficie de la célula, inyecta su ácido nucleico a través de la membrana celular y lo introduce en el citoplasma del huésped. Una vez dentro, el virus interrumpe el funcionamiento ordinario del metabolismo celular. El ADN bacteriano es degradado, de tal manera que los genes virales quedan libres para dictar las futuras operaciones bioquímicas, mediante el uso de los ribosomas de la célula huésped, su energía y muchas de sus enzimas, se autorreplica y sintetiza sus propias macromoléculas. Los genes virales contienen toda la información necesaria para producir virus nuevos.
- Ensamblaje. Los componentes virales recién sintetizados se ensamblan y producen partículas virales completas.
- Liberación. En una infección lítica, el virus produce lisozima, una enzima que degrada la pared celuar de la célula huésped. Los virus infectan otras células y el proceso vuelve a comenzar. La infección da por resultado la lisis y muerte de la célula infectada.
Se estima que cada ser humano sufre de dos a seis infecciones virales cada año.